Buenos y Malos Enfermos: cómo tratarlos


Buenos y Malos Enfermos: cómo tratarlos

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Hay personas que consiguen ser felices con muy poco, y otras con mucho más se sienten desdichadas “porque algo les falta”.

Así ante idénticas dificultades hay quien desarrolla actitud de reto y optimismo mientras otros sólo ven obstáculos.

Lo mismo sucede con la salud, o con su opuesto: la enfermedad (ya sea física o psíquica).

Hay enfermos fáciles y enfermos difíciles, por ejemplo: unos viven una gripe con la misma actitud que otros viven una enfermedad mayor. Y aquí es donde entra el papel del cuidador del enfermo. Hay personas cuyos familiares son tan malos enfermos, que temen que enfermen más por su actitud que por la enfermedad en sí.

Pero ¿qué entendemos por buen y mal enfermo?

Entendemos por mal enfermo aquel que añade carga extra a su enfermedad con una actitud poco saludable. La actitud no tiene por qué ser únicamente alarmista o victimista, los enfermos que niegan su malestar también resultan difíciles de tratar.

Buen enfermo es el que facilita su curación

En terapia abordamos cómo vive el paciente la enfermedad ya sea ésta física o mental

El buen enfermo acepta su enfermedad con las limitaciones y prescripciones que le supone: cuidados, alimentación especial, rehabilitación, dependencia, malestar etc.

El mal enfermo puede oscilar entre el victimismo y la negación. Los primeros son aquellos que enfadados con su situación intentan agredir y someter a cuidadores y médicos. Los segundos no quieren aceptar su dolencia y rechazan todo tipo de ayuda, añadiendo otra preocupación a sus cuidadores: la de llevar una vida que empeore su enfermedad.

 

Tan mal enfermo es el dependiente de los centros médicos como el que rechaza acudir al médico, pues ambos dificultan la labor de los facultativos, el primero por exceso de demanda y el segundo por esquivar o incluso desvalorizar su trabajo: “los médicos son unos matasanos”.

 

Vayamos con la salud mental y emocional, ¿hay también buenos y malos enfermos? Por supuesto que sí, de hecho, un factor tan importante como el propio malestar es “cómo vive la persona su enfermedad”. (Además del estigma social que conlleva la enfermedad mental, que sería tema para otro artículo).

El mal enfermo mental (al igual que físico) se enfrenta a tres dificultades:

 

  1. El malestar en sí mismo.
  2. Cómo vive su malestar. Es decir su actitud. Ante un mal enfermo, lo primero que tienes que abordar, del mismo modo que hacemos los terapeutas, es cómo vive la enfermedad, porque el mal enfermo padece doblemente y hace padecer a su entorno. Es normal que la familia se duela por la enfermedad de un ser querido, pero el sufrimiento es algo más que el dolor, y generalmente tiene que ver con la actitud del enfermo.
  3. Cómo vive el malestar su entorno: esto también lo abordaremos en futuros artículos.
saber dejarse ayudar en la medida justa es síntoma de buen enfermo

El buen enfermo sabe pedir ayuda en su justa medida

 

Como ejemplo señalo que hay personas que ante una depresión severa su actitud les ayuda a llevar una vida bastante adaptada, a pesar de su situación, viviendo con aceptación su malestar sin resignarse ni negarlo. Afrontan sus tratamientos con serenidad, reciben sus bajas laborales, y asisten a psicoterapia con constancia, sin esperar grandes cambios repentinos y con la actitud de mejorar, y con todo y eso, cuando lo consiguen, saben que tienen que estar atentos a posibles recaídas.

En el otro extremo hay ejemplos de lo opuesto, una cuadro de ansiedad leve, pongamos por caso, que acostumbrados a ser 100% autónomos, pueden sentirse tan impotentes, que vienen a terapia como si fuera el fin del mundo, manteniendo ante su entorno una actitud derrotista y alarmistas.

El problema de esta actitud es que ralentiza enormemente su recuperación, y aquí radica el problema, pues una actitud destructiva puede desvalorizar los logros del paciente hasta el punto de que en la práctica es como si los anulara. Esto genera frustración y aumenta la posibilidad de abandono del tratamiento. Ante esto el entorno juega un papel importante para reforzar en el paciente una actitud constructiva frente a su malestar.

Por supuesto que también hay malos enfermos del primer ejemplo y buenos del segundo, y hay quien es mejor enfermo ante una dolencia grave que ante una enfermedad menor, y al revés, o a veces tan sólo depende del momento vital.

Sea como fuere, lo que trato de señalar es que ante un malestar del ámbito de la salud mental, lo primero (o en paralelo) a abordar por parte del entorno, y del terapeuta, no es la propia enfermedad sino cómo esta es vivida por quien la padece, y entre todos (terapeutas y familiares) “hacerle ver” al enfermo las limitaciones (o beneficios) de su actitud para su mejoría.

 

“Buenos y Malos Enfermos», por Beatriz Álvarez.

beatriz@escuchartepsicologia.com  699 251 287

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