
13 Abr El enfado: ¿amigo o enemigo?
El enfado es una emoción que en la sociedad actual tiene mala prensa. A algunos les resulta incómodo, otros temen que si se enfadan van a perder a sus seres queridos por una discusión, y otros lo identifican con una ira descontrolada.
Sin embargo, es una de las emociones básicas del ser humano. ¿Qué quiere decir esto? Pues que es de suma importancia para la supervivencia, y además, que es algo que está en todos los humanos, nos guste o no. No depende de la edad, ni de la raza, ni de la cultura. Existe en todos y pueden reconocerlo desde los niños más pequeños a un anciano en cualquier parte del mundo.
El enfado, la ira, es lo que nos hace movilizarnos en situaciones de peligro para salvar a alguien, o incluso a nosotros mismos: si alguien te va a atacar, la emoción te sirve para defenderte.
Así mismo, la agresividad es algo que utilizamos diariamente: un ejemplo muy cercano: para poder nutrirte, para poder asimilar los alimentos, tienes primero que masticar, que es en sí mismo un acto agresivo necesario; no es bueno tragar grandes trozos porque si no los ácidos del estómago tendrían que trabajar mucho más. Desmenuzamos el alimento para poder transformarlo y asimilarlo, para poder nutrirnos.
Una vez asumido que el enfado es parte inherente al ser humano, lo que habría que plantearse es su forma de expresión, no la emoción en sí. Puedo estar enfadado y “querer destruir” al otro, pero puedo asumir esto y gestionar el enfado de una forma no destructiva, que no haga daño, ni al otro, ni a mí mismo.
Aquellas personas que no se permiten enfadarse nunca no es que en realidad no se enfaden: sí que lo hacen, lo que ocurre es que prefieren no manifestarlo o disimularlo, y tienen a contener y a contener en su interior, algo que repercutirá indiscutiblemente en su salud: úlceras de estómago, contracturas, bruxismo, ansiedad…
Otras, en cambio, según sienten el enfado explotan arrasando con lo que tengan y con quien tengan a su alrededor: rompiendo mobiliario, objetos, saliendo a la calle a buscar peleas, golpeando a sus hijos…
Los que no lo expresan se hacen daño a sí mismos. Los que no estallan hacen daño a los demás. Pero ambos son perjudiciales para la salud mental y física.
No se trata de no enfadarse, sino de poder expresar ese enfado de una forma saludable. Aprender a identificarlo y buscar los medios oportunos para cada persona y situación es el camino.
Algunas sugerencias:
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Bailar, hacer escalada, salir a correr… es una buena forma de liberar esa energía acumulada del enfado.
- Contar hasta 10 antes de hacer nada, irse a dar un paseo para despejarse y poder calmarse son técnicas para las personas más impulsivas que tienden a actuar antes de pensar.
Las buenas relaciones no son las que no se enfadan nunca, sino las que son capaces de hacerlo, desde una posición de respeto mutuo, y buscan soluciones.
El enfado: ¿amigo o enemigo?, por Almudena de Pablo.
almudena@escuchartepsicologia.com 646333640
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