Analizando el malestar interno: desequilibrio entre el «yo» Adulto, Niño y Padre


Analizando el malestar interno: desequilibrio entre el «yo» Adulto, Niño y Padre

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A la mayoría de los niños, cuando se les pregunta qué quieren ser de mayor, seguramente huirían de esta pregunta si se les dijera que muchas personas cuando son mayores olvidan el juego, el disfrute y la sorpresa. Sin embargo, muchos adultos añoran aquellos tiempos de la infancia en los que aparentemente sólo había que jugar y disfrutar.

En la infancia, los niños juegan a hacerse mayores; en la adolescencia, está la lucha entre dejar de ser niños y empezar a ser mayores, pero sin llegar a ser aún adultos, y en la edad adulta la gente quiere volver a ser niño. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Es que nos gusta estar siempre deseando algo que no somos?

Lejos de ser así, centrándonos en la edad adulta y basándonos en el Análisis Transaccional, todas las personas tendríamos tres partes: “el yo niño”, “el yo adulto» , y el “yo padre”.  Lo que ocurre es que algunas personas tienen mucho más desarrollados la parte del niño o el padre, y poco la del adulto.

niño adulto 2Las personas que tienen demasiado desarrolladas la parte del yo niño son personas que se quedaron anclados en deseos infantiles necesidades no cubiertas. Tienden a culpar a sus padres de sus males, y buscan satisfacer con otras personas de una forma inconsciente esas necesidades: por ejemplo, mujeres que buscan en sus parejas el cariño del padre. Aquí entrarían también aquellas que sufren el síndrome de Peter Pan, algo que cada vez parece ser más común: gente que se niega a asumir las responsabilidades de la vida y que quieren que los demás se sigan haciendo cargo de ellos, a la par que quieren seguir disfrutando de libertad y de las actividades que ellos deseen hacer… Pueden ser impulsivos, caprichosos y egoístas.

El padre crítico se guía por los "deberías"

El padre crítico se guía por los «deberías»

Las personas que tienen el yo padre demasiado desarrollado, son persona muy críticas, tienden a ser normativos y seguían por los deberías, las imposiciones que recibieron de sus padres sobre lo que hay o no que hacer. Es lo que en psicología se conoce como “introyectos”: los mandatos familiares que se quedaron grabados sin procesar si estoy de acuerdo con ellos y si a día de hoy me resultan útiles o no.

El yo adulto nos permite ver el mundo de una manera más objetiva y analizar lo que nos rodea para tomar las decisiones más adecuadas, es más racional.  Toma del  “padre” aquellas normas y creencias con las  que sí se está de acuerdo, y descarta aquellas que no comparte o que no le sirven. Así mismo, se permite conservar del “niño” la parte de creatividad, sorpresa y juego, sin dejarse llevar por la impulsividad de éste y atendiendo a las posibilidades pero sin dejar de tener los pies en la tierra.

Todas las personas tenemos estas tres partes: niño, padre y adulto, y las tres son necesarias para una buena relación con los otros, con el mundo y con nosotros mismos.  El niño nos ayuda a sentirnos más vivos, a aprender, a sorprendernos. El padre nos ayuda a marcarnos límites (que también son necesarios para no caer en continuas frustraciones), y a saber llevar las responsabilidades que conlleva la vida.

En la psicoterapia vemos a menudo cómo, si estas partes no se encuentran en equilibrio, pueden producir un intenso malestar: relaciones personales insatisfactorias,  adicción al trabajo, ansiedad, estrés… entre otros.  Analizamos lo que hay en la base de ese malestar para poder potenciar aquella parte a la que se le ha prestado menos atención y así poder recuperar el equilibrio para vivir una vida más plena.

 

                                  Análisis del malestar interno, por Almudena de Pablo.

                                     almudena@escuchartepsicologia.com  646333640

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